Los comienzos

A veces echo la vista atrás para ver de dónde venimos. Parece muy difícil crear un negocio de la nada, más aún siendo algo creativo. Pero ya los primeros cupcakes que horneé nos estaban dirigiendo a Noni’s sin que ninguno lo supiéramos. Y es que, muchos de los negocios de repostería creativa empiezan así.

Los primeros cupcakes que horneé fueron una caja de preparado que compré en Lidl. Aquí en España no eran conocidos, sólo hablaba de ellos Alma Obregón. Así que cuando empecé a mezclar ingredientes, no tenía ni la más remota idea de a qué tenían que saber, o cómo tenía que decorarlos. Viendo la imagen, también tardé bastantes intentos en darme cuenta de que la mantequilla para la buttercream no podía ser ni light ni margarina. ¿El resultado? Amor a primer bocado. Eran muy básicos, el bizcocho de vainilla y la crema de frambuesa, que sabía a química que tiraba para atrás, pero el formato era maravillosos y tenía infinidad de posibilidades.

Tantas, que até cabos en el siguiente intento y ya estaba tiñendo de verde las masas de los cupcakes (del mismo preparado). Lo de pelearme con el horno y entender que no podía utilizar el ventilador del mismo, también me llevó varios intentos. Poco a poco fui buscando recetas nuevas, pero algunos ingredientes de una repostería típicamente americana, eran imposibles de encontrar aquí.

Como por ejemplo el fondant, lo que me llevó a mi mayor catástrofe hasta el día de hoy. Intenté preparar fondant casero en la thermomix para hacer una tarta para mi suegra. Fracaso absoluto. No tenía azúcar glás, así que tuve que pulverizar azúcar, que empezó a flotar por toda la cocina. Al final, conseguimos hacer una pasta seca y dura que intenté moldear y colorear con colorantes líquidos con poco éxito. Cubrir la tarta (un bizcocho sequísimo, y relleno sólo de chocolate derretido) fue una experiencia intensa. Y todo para conseguir una tarta espantosa e incomible, pero a la que tengo muchísimo cariño por ser la primera.

¿Veis? Los comienzos son complicados, pero a base de formarte y sobre todo, practicar, practicar, practicar, siempre se mejora.

Poco a poco fui probando cosas nuevas que llevaba a familia y amigos (¡porque literalmente era imposible comérmelo todo yo!) y acabé preparando las tartas y dulces de todas las celebraciones familiares. Para mi eran oportunidades para aprender y mejorar. Uno de los saltos que di, fue preparar una mesa dulce para el cumpleaños de una tía de Víctor. Fue todo un reto, porque era preparar un montón de elaboraciones distintas y, lo que más difícil me pareció, la logística para transportarlo. También conocí a la persona que hizo la tarta de fondant, y me dio algunos consejos que a día de hoy utilizo, pero que, sobre todo, me abrió los ojos al mundo de las tartas de diseño.

 

Si tengo que pensar en la mayor dificultad en esos tiempos, era la falta de dinero. Como no podía gastar, todos los materiales que compraba (especialmente el fondant) estaban ajustados al milímetro, lo que hacía que no hubiera posibilidad de repetir ninguna de las partes de toda la elaboración. Poco antes de esa mesa dulce había recibido mi primer encargo, por supuesto, trabajando desde la «ilegalidad» de mi casa. Sentí muchísima presión, no podía cometer fallos y me enfrentaba al primer modelado en fondant. Menos mal que Víctor me ayudó, ¡porque hubiera colapsado! Pero fue la primera vez que recibí dinero por mi trabajo repostero. ¡Qué sensación!

Poco a poco, y gracias al boca a boca y a la familia y amigos, empezó a ser habitual tener algún pedido cada semana. Cada encargo era la oportunidad de aprender, difícil porque no podía cometer errores y un reto aprender a manejar la presión de la responsabilidad. Era muy poco (realmente nada) lucrativo,  apenas daba para pagar el coste de los materiales, pero en cada tarta aprendía alguna técnica, o descubría los problemas que surgen en todo el proceso, así como la logística tan complicada para algo tan frágil como una tarta. Hubo muchas noches sin dormir, muchos llantos y agobios (menos mal que Víctor estaba conmigo), pero todo ese trabajo nos ha llevado hasta aquí.

¡Otro día os cuento cómo dimos el salto a Noni’s!